sábado, 13 de septiembre de 2014

Introducción


Como admirador de clásicos cinematográficos como The Godfather, Once Upon a Time in America y GoodFellas, me llamó la atención, allá por el 2002, una serie, por entonces novedosa por estas latitudes, intitulada The Sopranos.

La carnada de marketing - de las que tienden con evidente maestría los promotores de la industria televisiva estadounidense - parecía muy tentadora, aunque no adivinaba aún si se trataba de una sátira, una comedia, un drama o algún híbrido abstracto. "Familia Redefinida", era el subtítulo prometedor que dejaba entrever la tensión, ora hilarante, ora calamitosa, que debería generarse en una familia mafiosa en los albores del siglo XXI en su afán de vivir "normalmente" su vida.

Como bosquejo, de movida, este planteo resultaba atrayente, pues brindaba como posibilidad una amplia gama de situaciones, desde enredos tragicómicos hasta zozobras dramáticas.

Pero había un condimento más a considerar, no muy común en este tipo de subgénereos: la "noción del presente".

Cuando el séptimo arte se encargó de retratar el fenómeno del crimen organizado (y de la Mafia ítalo-americana  en particular), siempre se remontó a su época de esplendor, la denominada "Era Dorada", el periodo comprendido entre los años cuarenta y setenta, y en esa representación, como si admirara (o extrañara) los hechos precursores, la mitificaba, la enaltecía, la idealizaba en cierta medida, pero siempre, siempre, la anclaba en un contexto histórico definido que parecía ya no tener correlato en la modernidad. 

Sin embargo, apareció HBO, que relanzando el cine de alta calidad hacia nuevas fronteras, se convirtió en la pionera en utilizar el medio televisivo para, al menos, ponerlo en igualdad de condiciones con el celuloide. HBO, la red que tuvo la suficiente confianza como para emitir The Sopranos, revolucionando la televisión, ya venía encargándose de elevar el nivel de sus series a formatos de mayor calidad fílmica y argumental, apostando a la inteligencia del espectador y a la complejidad de las tramas y los personajes.

El primer desafío que tuvo con The Sopranos fue cambiar la tendencia de "historicidad" de la Mafia, dado que esta serie nace y se desarrolla "en el ahora", y encara el fenómeno, ya no desde sus años de supremacía, consolidación e influencia, sino desde un problemático presente de crisis, retirada y re-adaptación, lo cual la hace, desde el vamos, mucho más interesante, por cuanto se refiere a un hecho coetáneo, contemporáneo y, digámoslo con todas las letras, sin olor a naftalina.

Sin menospreciar la temática del hampa "tradicional", retratada maravillosamente en series como (la posterior) Broadwalk Empire, encararla desde la modernidad - más cercana - y desde un lugar de "creciente vacío de poder", resulta un desafío superior de investigación y creatividad, que no cuenta con la ventaja de ampararse en hechos históricos conocidos, y por lo tanto, no "homenajea" sino que "inventa", no "refritra", "revoluciona".

No obstante el marco temático, The Sopranos, como dicen con indudable acierto muchísimos autores, "es mucho más que una serie de mafiosos". De hecho, si bien el crimen no es un rasgo colateral ni menor, la serie trata como ninguna la extrema complejidad de la condición humana, lo enmarañado y meándrico de las conductas - la exasperante mutación de las situaciones - e intenta, con gran sutileza, explicarlas "introspectivamente", explorando con profundidad académica la dialéctica entre lo emocional y lo racional.

Muchos críticos han hecho valiosos aportes sobre The Sopranos. Sería una pretensión vacua decir "algo distinto" al respecto.

Algunos han estudiado la serie desde un punto de vista moral y ético, apuntando sobre la terrible dicotomía que implica cometer (y ocultar) crímenes, actividades ilegales, engaños, mentiras y otras cuestiones generadoras de dilemas, y pretender, paralelamente, transitar un camino - al menos exhibir un camino - de justicia, ideales y "normalidad".

Otros, han preferido encarar un análisis desde la táctica y la estrategia, enfatizando en las acciones para consolidar poder, crear motivación ante los subordinados, consensuar voluntades, legitimar liderazgo y "administrar" conflictos. El Arte de la Guerra de Tzun Tsu, un estratega algunas veces nombrado por el propio Tony Soprano en sus sesiones terapéuticas, ha servido de blasón comparativo.

Ciertos analistas prefirieron encarar la obra completa desde una visión nihilista, nietzchiana, hablando de la carencia de sentido de las acciones, utilizando para ello, la omnipresente depresión de los personajes y el corolario, varias veces profetizado, de la "gran nada".

El dogma religioso - católico, budista, pero también ateo, antireligioso - también ha sido un tamiz de análisis, fundamentalmente, en cuanto a las valoraciones sobre lo que es bueno y malo, sobre las consecuencias divinas, la presencia de Dios y las nociones de perdón, amor y redención.

Incluso, se ha intentado valorar la obra desde la ideología política neoliberal (el crimen como subproducto capitalista), caracterizando el ímpetu depredador de los personajes como una exacerbación del individualismo y el cortoplacismo, todo ello, enmarcado en la metamorfosis de los vínculos familiares y la crisis de identidad.

Por último, han abundado los abordajes desde una dialógica feminismo/machismo, como así también, las versiones psicológicas (enfoques freudianos sobre la "reversión de lo opuesto", por ejemplo) y literarias (Tony como héroe trágico griego [1]).

Todos esos estudios y opiniones son meritorios y dignos de lectura, pues proporcionan geniales disquisiciones desde diversos y enriquecedores puntos de vista que, sin embargo, no recortan la obra, sino que la amplifican. Ello tiene una concluyente razón: la serie es tan retorcidamente brillante, tan poderosamente rica, tan maravillosamente metafísica, que permite una vasta multiplicidad de enfoques, sin que ello soslaye su integridad como un todo. Vale decir, The Sopranos tiene compactación y extrapolación, se contrae y se dilata.

Pero la inusitada novedad es que la serie brinda regocijo al verla, digamos, "livianamente", pues sus tramas son "entendibles" con una visión superficial y metódica, pero también, tiene un trasfondo muchísimo más complejo y desafiante, que implica el revisionado, la lectura, la atención en el detalle, la decodificación de una comunicación oblicua y cierta cosmovisión para la comprensión profunda del guión y el contexto.

La historia trata sobre Tony Soprano, un personaje sumamente exquisito, por cuanto no es presentado como un omnipotente señor del crimen, sino como un hombre atormentado que, sin embargo, es tan vulnerable como despiadado (o quizás es lo uno porque es lo otro). Las sesiones terapéuticas nos mostrarán su "mundo interior", develando al televidente toda la "secret agenda" de sus acciones, corporeizada en sus traumas, sus temores, sus inseguridades y su egoísmo. El psicoanálisis lo llevará a tener cierta "conciencia de sí mismo", que se manifestará en el cuestionamiento personal sobre su valía y la búsqueda de felicidad, que es, en definitiva, la razón de ser de su viaje. Tony actúa como el Sol del sistema solar: su presencia da vida a un sinfín de planetas y satélites, que interactúan con él con soberbio protagonismo (porque los secundarios también son protagonistas), pero en definitiva, es él quien marca la matemática astral, son sus tormentosas decisiones los que tarde o temprano afectan las órbitas vecinas del "universo soprano".

Y como la cosmogonía tiene sus leyes y "manos invisibles", intentaré descubrirlas aquí, en este humilde blog, para así inducirlos a una mayor comprensión de esta tremenda obra de arte, a través de tres ejes de abordaje: uno puramente descriptivo, llamado "Sinopsis", otro más pormenorizado pero que no descuida el todo, llamado "Observaciones" y uno más detallista y específico, llamado "Disección".

Bueno, allí vamos en el intento... 

Cualquier aporte que desee hacer el lector es siempre bienvenido, sabido es que cuanto más ojos mejor se ve y cuanta mayor diversidad de opinión, mejor es la conclusión.







[1] Según Ivan de los Ríos, Profesor de la Universidad de Filosofía Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid y de Filosofía Moral de la Universidad Loyola College in Maryland, Tony no es un héroe griego, sino que parece más bien una versión simultánea de Teseo y el Minotauro., un híbrido entre un héroe y un monstruo, el terror pausado y sutil del guerrero combinado con la inocencia del animal salvaje que ruge y desmembra. Lo más probable es que Tony sea una versión del propio laberinto de Creta, una versión de todos y cada uno de los cadáveres descompuestos en la galerías del artefacto ideado por Dédalo.



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